Cuentos de otoño
Libros
Relatos para un tiempo incierto
(Una lectura Cuentos de Otoño de Agustín Díaz Pacheco)
por Cecilia Domínguez Luis*
La soledad puede ser un estímulo para la escritura, pero también puede ser un obstáculo, en cierto modo paralizante, donde el escritor se pregunte el qué o el para qué o quién escribir.
Porque, a veces, ese sentimiento de soledad aísla el escritor no solo del mundo sino también de sí mismo, y se cae en el desánimo.
Esta suerte de apatía puede prolongarse, o bien, puede darse la vuelta y un día, quien escribe, se dé cuenta de que hacerlo es lo único, o uno de los únicos recursos para remontar esa soledad que lo encarcela.
Repasa, entonces, lo escrito hasta ese momento, y reflexiona, y elige y renueva; y poco a poco va surgiendo la idea, la palabra, y se da el primer paso.
Tal vez fue esto lo que le sucedió a Agustín Díaz Pacheco, que nos ofrece, después de varios años de silencio, su última producción literaria. Y lo hace con un libro de relatos, Cuentos de Otoño, publicado por El Centro de Cultura Popular Canaria.
Una colección de diez cuentos en los que la soledad, la angustia, la falta de comunicación o el miedo a relacionarse, el miedo a la violencia o la violencia misma, lo libros y su papel crucial en la vida, conforman esa reflexión del autor sobre la compleja condición humana.
Incluso esa propia apatía, ese propio ensimismamiento, parece buscado para huir de una realidad que lo hiere, a pesar de que siempre ha detestado la inacción. Contradicciones que va a reflejarse a lo largo de todos estos relatos.
El primer relato, Relieves del silencio, es toda una profundización en la memoria y el paso inexorable del tiempo. Pedro, el protagonista, sentado bajo un árbol, mientras cae una fina lluvia, recuerda, y sus recuerdos se convierten en ensoñaciones que lo trasladan a las primeras pisadas del hombre sobre la tierra. Hombre que «empuñaba cuchillos de pedernal con mango romo,» hombres que cazan, hombres y mujeres sujetos a las inclemencias de un tiempo poco propicio.
El pasado reciente de Pedro, su infancia, sus recuerdos familiares, sus primeros escarceos juveniles, se mezclan con ese pasado remoto que lo lleva a estar «alongado al Tiempo del Hielo», donde se encuentra con un ser velludo que lo amenaza, y con el que se produce una suerte de diálogo silencioso. donde la idea de la persecución se convierte en algo paranoico, mientras los tiempos se mezclan inusitadamente.
Al final, realidad y ficción se convierten en excusa para profundizar sobre la soledad, la vida y la muerte, en una sociedad, la actual, que apenas ha avanzado en lo que a relaciones humanas se refiere.
Estas y parecidas reflexiones aparecen en Retorno de las preguntas, aunque esta vez, tanto el escenario como el protagonista son distintos. El espacio es un bosque, que un hombre, aparentemente joven y fuerte, atraviesa, huyendo de una oscura ciudad, Ciudad Tarasca. Una huida real y vital en la que aparecen de nuevo las preguntas, muchas veces sin respuesta sobre el sentido de la existencia.
«¿En qué consistía la vida y sus astutas argucias, cómo albergar intenciones cuando se alzan muros y desaparecen puentes?»
Como vemos, el tratamiento narrativo y las características del personaje son diferentes a los del relato anterior, pero las preguntas siguen siendo existenciales.
¿Que es lo que hace que una persona que, al menos aparentemente, lleva una vida plena y feliz, decida acabar con todo ellos? ¿Qué preguntas se hace para abandonar todo aquello por lo que luchó?
La deseada oscuridad no nos da la respuesta (o acaso sí), pero nos pone en el inquietante camino de las contradicciones humanas.
Ilustración de Raúl Consuegra León
Un relato que tiene su contrapartida en el siguiente, Cruel intemperie, cuento en el que, con el recurso de un viaje en autobús, Ernst, el protagonista, reflexiona sobre lo que ha dejado a tras y lo que le aguarda.
Cada giro del autobús parece acompasarse con el giro de sus pensamientos en los que, a veces vuelve a su realidad presente y lo hace contemplando a sus compañeros de viaje, que a su vez, lo devuelven a sus recuerdos, en una especie de círculo, atormentado en ocasiones. Por un lado sus padres que refuerzan su afirmación en la realidad, en la que tiene que «bregar cotidiana y voluntariamente», y por otro, el de una mujer, Alba- ejemplo de fortaleza ante las adversidades-Así , su relato se vuelve cuento dentro del cuento, hasta llegar al final del trayecto donde concluye sabiendo que «será un combate a brazo partido.»
A Cruel intemperie le siguen cuatro relatos cortos de muy diferentes temas: El lector sorprendido, El comprador, Almuerzo tempraneros y Voz añorada. Temas, aparentemente cotidianos, que tienen mucho que ver con los mismos problemas que plantea el en sus anteriores relatos: el miedo, la soledad, la condición de perdedores sin esperanza, pero con voluntad de sobrevivir, los libros como elemento salvífico, y de nuevo, la soledad, la añoranza por lo perdido o lo no vivido.
Da la impresión de que estos pequeños pero intensos relatos tienen una impronta autobiográfica, en los que el escritor se introduce en sus propias debilidades, en sus fracasos y en sus miedos, y, al mismo tiempo profundiza sobre la sociedad que lo rodea y lo marca.
El libro termina con dos relatos de trasfondo histórico.
En el primero, Tiempo de nieve oculta, la violencia letal de la picadura de una abeja, sumerge a la víctima en otra violencia más cruel y deshumanizada, donde se mezclan los tiempos aunque no los espacios, África y sus guerras fratricidas en las que predomina el odio ciego, el afán de poder y lo irracional.
En el último relato, El burócrata perverso, la violencia es más cercana en espacio y tiempo: la Fundación de Falange española y sus entresijos, el Golpe de Estado, la Guerra civil, la terrible y vengativa Dictadura, contada a través de los ojos de un testigo, falangista, víctima y victimario – por omisión- de las traiciones, las venganzas y lo que es peor, el olvido como forma de acallar las propias conciencias.
Agustín Díaz Pacheco nos ofrece diez relatos con múltiples registros, donde cada uno de los cuentos tiene su propio lenguaje, así como un ritmo narrativo acorde con el clímax que el autor quiere crear en cada momento, y lo hace con éxito.
Diez relatos acertadamente ilustrados por Raúl Consuegra León, que nos hablan de la soledad y la incertidumbre, en unos tiempos, los de ahora, también inciertos, en los que la soledad y os miedos parecen querer adueñarse de nuestro cotidiano existir.
Pero como afirma el autor no es «...el momento para que cunda el desaliento, porque por encima del día y de la noche persistirá el coraje para seguir soñando.»
Enero 2021
CECILIA DOMÍNGUEZ LUIS nace en La Orotava (Tenerife) el 17 de octubre de 1948. Licenciada en Filología Hispánica. Ha publicado poemas, artículos y cuentos en periódicos y revistas de las Islas y de la Península. Además: veinte libros de poemas, doce novelas (tres de ellas juveniles), seis libros de cuentos, cuatro de ellos para niños y otro para adolescentes y un relato corto juvenil. Ha recibido premios literarios como el “Matías Real” de poesía, “Pedro García Cabrera”, y “Emilio Algaba Guimerá,”, entre otros. También ha participado en diversas antologías. Pertenece al comité de redacción de la revista Cuadernos Ateneo, editada por el Ateneo de La Laguna, sociedad de la que fue presidenta y al de la Revista ACL de la Academia Canaria de La Lengua. Ha sido traducida al francés, al rumano, al alemán y al árabe y, a lo largo de todos estos años, ha participado como ponente en diversos Congresos nacionales e internacionales de lengua y literatura, así como en encuentros de poesía, dentro y fuera de las islas. En junio del año 2011, es elegida miembro de la Academia Canaria de la Lengua, y en junio de 2013 es elegida miembro del Instituto de Estudios Canarios. En 2015 se le concede el Premio Canarias de Literatura. En 2016 participa como coordinadora en la mesa redonda “La enseñanza de la literatura de Canarias”, dentro de las Jornadas sobre “La enseñanza de la Legua y la Literatura de Canarias” organizadas por la Academia Canaria de la Lengua. En 2019 se le concede el Premio del Festival Atlántico Sonoro por la difusión de la Literatura Canaria en las islas. En 2020, la Academia Canaria de la Lengua le publica una Antología de su obra poética.
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